Efraín Martínez Cuevas
Víctor Morínigo era el ministro de Obras Públicas y Comunicaciones durante el gobierno de Juan Natalicio González. En el periódico colorado La Unión firmaba sus artículos con el seudónimo Pacífico Asunceno, entre las década de 1930 a 1940.
Jesús Ruíz Nestosa firmaba algunos de sus artículos en Abc con el seudónimo de Clorindo Mallorquín, mientras que Manuel Pedro de Peña firmaba con el de El ciudadano paraguayo furibundos artículos contra la familia López a mediados del siglo XIX. Darío Gómez Serrato escribía en La Tribuna una columna llamada “Visiones de la Patria” con sus iniciales, DGS.
Alfredo Jaegli en su libro “Albino Jara, un varón meteórico” recordó a Cantalicio Esquivel, caudillo liberal, “moreno, corajudo de Ykua Satí”, personaje de aquellos albores del siglo XX asunceno, lo mismo que “María Ykua Sati”, que era “reina de la danza y amiga de hacer favores”, según el referido autor.
Con esas personas, Albino Jara se había cruzada en la vida en farras domingueras en las que no faltaban los amoríos furtivos (con “María Ykua Sati”) y moquetes arriero porte pe (con Cantalicio Esquivel).
Pocos años después Jara, que era luqueño, murió combatiendo – es decir en su ley – en los campos de Paraguarí y sus restos depositados en el panteón propiedad de Tomás Aquino en el cementerio de Paraguarí.
Finalmente, muchos años después, los huesos del militar fueron colocados cuidadosamente en una urna que hoy está en un columbario en la Plaza Mariscal López de su ciudad natal.
No dejaré de contarles que Albino Jara regaló su pistola al ser herido de muerte a Ángel I. González, un poeta.

Gerónimo Zubizarreta (Ministro zancudo del estero
Cincuenta años antes, por la década de 1850, Francisco Solano López se gustaba de una mujer llamada Carmelita Cardal, muchacha hermosa al igual que Pancha Garmendia, pero como aquella no le “peloteaba” López se encargó de vengarse. Transcurrido un tiempo, el novio de Carmelita, Carlos Decoud, amaneció muerto y colgado entre las verjas de su casa. El escritor William Barret, en “La Amazona” dice que Decoud fue fusilado por orden de Carlos Antonio López, por una cuestión que ahora puede resultar largo relatar y que, por tanto, dejamos para otra oportunidad.
Pedro “Perico” Egusquiza se llamaba un asunceno que se sabía era novio de Pancha Garmendia. Como se sabe, Pancha murió lanceada por orden de López y la supuesta influencia de Elisa Alicia Lynch. Famoso “lanceador” del ejército de López fue el mayor Gregorio Benitez, “Toro Pychai”. A Egusquiza el mariscal también habría hecho matar.
Elisa Lynch se alojó, cuando llegó por primera vez a Asunción, en la casa de Ramón Franco, esposo de Tomasa. Franco era joyero.
Hablando de Francisco Solano, todo hace presumir que el mariscal conoció a Elisa Alicia Lynch mediante Juan José Brizuela, cónsul paraguayo en París durante los últimos años de gobierno de don Carlos; este fue quién presentó a la escocesa al militar paraguayo. Este Brizuela fue luego cónsul en Montevideo.
Como quién dice, mezclando en alegre y irresponsable informalidad este apretado resumen de personajes paraguayos, Rosalía González era una vecina asuncena, al decir de Silvestre Aveiro, quién “vio todo, escondida, en una palma abajo y frente, siendo sacado a Francisco Solano López (el 1 de marzo de 1870) del arroyo Aquidabán Nigüi con vida”.

Belisario Rivarola Recalde (Belisaurio).
Hablando de marcantes, el presidente Eligio Ayala llamaba “ministro zancudo del estero” a Jerónimo Zubizarreta, ministro de Relaciones Exteriores, porque era delgado y de piernas largas y tenía un arrozal en Ybyrymi. Al ministro del Interior de uno de los gobiernos liberales llamado Belisario Rivarola Recalde se le decía “Belisaurio”; se lo atribuía un genio áspero, un argelado de aquellos.
Entre tantos personajes paraguayos contemporáneos no quiero dejar de mencionar a “Ña Suave” y ”Ña Zoila”, de Santísima Trinidad, famosas lloronas de la época. Ellas tenían por oficio concurrir a los velatorios – previo pago, claro – donde se ponían a llorar a grito pelado sobre los cadáveres, contagiando el llanto hasta al más imperturbable de los presentes. Cumplida su misión se marchaban como si ahí no hubiera ocurrido nada.
Al final de la historia dos nombres femeninos del arte: Alicia Gaona, cantante ya olvidada; grabó “Mboraihu ñe´e” de Juan Escobar y; Catalina Pereira Aranda, directora de la orquesta “Estrellas Femeninas del Jazz” y, luego, “Katunga”, que los jóvenes de las décadas de 1960 a principios de 1980 conocían.