No permitía que ningún familiar o vecinos la visitaran, la encerraban, sin contacto con nadie, aprovechándose del delicado estado de salud de doña Sara, que no puede caminar y tiene pérdida memoria.
Comentó que el manejo que daba la sobrina al comedor no era transparente y hasta llegó a despedir a las personas que históricamente trabajaron con Sara Servián.
Por último, sugirió que el estado debería darle una pensión y hacerse cargo del comedor.